¡Feliz día, malas madres! En tiempos de confinamiento, llega el Día de la Madre, y la mía está a miles de millas de distancia. Te amo, mami. En esta fecha no puedo olvidar homenajear a una figura única en el seno de cualquier familia. Cada madre es única e irrepetible. La mía es muy afortunada por tener una hija como yo. Esa es la verdad. La pobre ha sufrido mucho con mi carácter, pero a pesar de eso, me ha querido a rabiar. Estos días de encierro, las muestras de amor, las más simples, me hacen valorar, cada día, a las mujeres que hemos asumido ser madres. Querer aún más a mi mamá. Mis hijos se meten en mi cama cuando quieren y me abrazan pidiendo que les cuente un cuento. Da igual que estén mayores, les gusta que les cuente cosas. A mi manera, de una manera divertida y creativa, eso lo supongo, comienzo contarles la historia de una niña de pelo largo que no le gustaba nada que la peinaran y le obligaran a comer la sopa y sus verduras. Tenía una mala mamá que la cuidaba mucho y evitaba que comiera tantas golosinas. Esa mala madre que tenía, iba riñéndola, cada dos por tres, porque era muy cabezota y le gustaba llevar la contraría. No era una niña muy buena, era caprichosa y le gustaba ver la tele. No todo el tiempo podía hacerlo y tenía que buscar cómo entretenerse, entonces leía los libros que tenía la madre arrinconados en una caja de cartón lejos del alcance de todos. Mis hijos me preguntan si esa niña mala le gustaba la lectura. Claro que sí, era una niña muy mala. Quería saberlo todo y se leyó todos los libros de la caja y pidió otros libros. Mis hijos ya me tienen pillada, saben que he sido una niña mala. A mí me gusta quererlos como una mala madre que está dispuesta a matar dragones y lo que haga falta por defenderlos. Son mis cachorros humanos y los querré a mi manera. Feliz día, malas madres del mundo. Gracias por los cuidados, por el amor y la crianza.