Yo te miré en el espejo llorando

y decidí secarte las lágrimas.

Una a una.

Hasta que tus ojos, mis propios ojos,

se despidieron de la tristeza

e irradiaron la alegría que se despidió del llanto.

Mujer:

El amor nunca llegó a  tu casa en los brazos de un hombre.

El amor brotó de tu vientre dejando una herida por la que manó la vida.

Un hombre tiene trazada su propia ruta

e impaciente atraviesa lo imprevisto.

Mientras tanto, Mujer, tu brújula, latido a latido,

te conduce por la ruta inefable de tu corazón.

Mujer:

Tu sonrisa está llena de verdes caminos

en los que palpita la felicidad.

Eres libre, estás llena de luces y colores,

en tus manos has arrullado a tus hijos

y has soñado los sueños más hermosos,

has derramado de tus pechos la leche con sabor a verdadero amor.

Mujer:

Te alimentas de luminosas sonrisas en los columpios de la vida.

¡Sonríe!

¡Qué la sonrisa sea tu escudo!

El sube y baja, como una espada, en muchas ocasiones te ha herido,

pero las heridas sanan.

Mujer, vuelan las cicatrices a la memoria

para fortalecer nuestros recuerdos, haciéndonos más sabias.

Mujer:

No te derrumbes que a tu lado crece: la vida y la esperanza.

Beatriz Giovanna Ramírez