Mi abuela, mi madre, mis tías, se han ganado la vida cosiendo. Soy hija de costureras. Tejieron en mi memoria lo que es trabajar en casa y levantar los hijos sin quejarse. Mujeres luchadoras que amaban lo que hacían hasta dejarse los ojos y la espalda, sin perder la alegría y la esperanza. Iniciaba todo esperando los encargos de ropa. Luego trabajando duro para cumplir las entregas, su alto sentido de responsabilidad, su compromiso, horas y horas para ganar mal, siempre mal. Y vuelta a empezar. Esperando otro encargo, trabajando duro. Así se aliviaba la economía doméstica, siempre austera, pero donde nunca faltó un plato de comida. Yo contribuía comiéndome todo y haciendo los mandados. Hoy, he ido a visitar a mi amiga Liliana, a su taller, donde trabaja con su madre, su tía, su hija y más mujeres. Mi corazón se llenó de profunda alegría cuando descubrí en el taller a la pequeña Sofía. Ha sido asombroso. Yo he visto a muchos bebés entre costuras. A ti, pequeña Sofía, hija de mujeres costureras, te deseo un mundo lleno de amor y más amable. Gracias a Liliana y a todas estas mujeres por llenarme de tanta fuerza femenina. Es para mí el mejor discurso feminista del día. Si lloré fue de emoción.

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