Pintura: Carmen Mansilla

Una joven profesora de lengua castellana se enamoró de un apuesto estudiante japonés. La profesora le enseñó todas las palabras que el joven necesitaba aprender y que ella quería escuchar. El estudiante aprendió poco a poco y con entusiasmo logró en corto tiempo dominar la lengua. A la maestra, le gustaba y se divertía con sus faltas gramaticales y los excesos con la “ele”. Le parecía escuchar de sus labios las historias orientales más hermosas. Cuando aprendió a hablar español, el japonés regreso a su país. La profesora se quedó con la añoranza y con el método más eficaz para enseñar un idioma.  

Beatriz Giovanna Ramírez