Desnuda inocencia de los cuerpos

que se aman en la presencia de indiscretas cabras enamoradas.

Brillan los soles y los campos de siembra,

hacen la fiesta en otoño, el trigo y los olivos

a sol y agua, presionando la tierra y liberando el aire.

Crece el olivo olvidando el triste paisaje

y se hunde la carne en la abertura

absorbiendo las aguas que libera el pastor

y los versos que hacen crecer el árbol.

Los besos son alivio, son la boca que siembra amores

y los sollozos de todas las cebollas llorando,

y los rumores del mar mediterráneo.

El hambre se mezcla con el vacío desvivir,

suenan las tripas del pueblo

y en el horizonte un cuerpo vaga…

vigilando sus cabras.

Beatriz Giovanna Ramírez