Cada vez que besaba tu boca,

se liberaba la dorada oca

ágil,  feliz con mi latir.

Escuchaba los pájaros dormir,

el largo sueño del vivir,

las hojas del abeto no paraban de rugir.

Cada vez que tocaba tus labios,

acariciaba mil geranios.

Cada vez que besaba tu boca,

los dolores del mundo deje de sentir.

© Beatriz Giovanna Ramírez